Alguien especial: el piloto Andrés de San Martín


Transcipción de Moretti de la Relación de Pigafetta original en italiano: "nuestro astrólogo llamado Sanmartino de Sevilla".

Derrota de la Expedición de Loaysa, en la que se resalta la posición del día que murió Juan Sebastián Elcano en el Océano Pacífico.
Si uno lee las fuentes más conocidas acerca del viaje, como la Relación de Pigafetta, o el relato del cronista Antonio de Herrera, encontrará que en ambas se cita en diversos momentos al Piloto de Su Alteza, Andrés de San Martín. Sin embargo, encontrará poco más que referencias acerca de su oficio de piloto y cosmógrafo, como por ejemplo tratando de determinar la longitud geográfica en la costa de Sudamérica. En cierto modo, ya solo por esto podemos intuir que San Martín debió destacar de entre los demás pilotos de la Casa de Contratación que formaban parte de la dotación, que no son tan citados.
Leeremos también que encontró la muerte en Cebú (Filipinas), junto a otros 26 compañeros, en aquella infame traición en la que, tras una invitación a comer por parte de los nativos, éstos terminaron pasando a cuchillo a todos los invitados.
En realidad, por un testimonio que daría en 1535 el capitán Gonzalo Gómez de Espinosa sabemos que San Martín bajó a tierra antes del convite para lavar su ropa, y nunca más volvió ni le volvieron a ver.
"Andrés de San Martín salió en tierra en la dicha ysla a lavar su ropa, e nunca paresçió más, e que otro día, a obra de las diez del día, los propios de la tierra mataron a trenta e çinco cristianos."
Sin embargo, si vamos más allá encontraremos otros documentos archivados en los que iremos pudiendo obtener detalles que nos asombrarán y nos emocionarán, y de los que solo cabe una conclusión: Andrés de San Martín era un hombre especial y querido, sin duda por Juan Sebastián Elcano, pero a buen seguro también por los demás expedicionarios.
En el testamento de Elcano, "si le toparen".
En 1526 Elcano encontraría la muerte en el Océano Pacífico, en su segundo viaje al Maluco. Pocos días antes había dictado su testamento y en él se acordó de su amigo, al que se daba oficialmente por muerto. Es evidente que, puesto que en su día Elcano no había llegado a ver muerto a San Martín, mantenía la esperanza de que hubiera quedado vivo aquel día en Cebú.

Cuentas de los oficiales de la Casa de Contratación por la caja de clavo que recibieron, y por la que pagaron un importe de 88.587 maravedís al hermano de Andrés de San Martín.
"Item más, otro libro de astrología, é si toparen á Andres de San Martin que se lo dén los dos libros al dicho Andres de San Martin.
Item, mando que se dén al dicho Andrés de San Martin tres varas de paño colorado de Lóndres pa una chamarra."
Es algo profundamente conmovedor. Cabe también hacerse la idea gracias a este detalle del dolor que tuvo que causar la marcha de las naos en Cebú.
Una caja de especias a su nombre
Tras la conclusión del viaje, los oficiales de la Casa de Contratación dejaron registradas las cuentas del sueldo que se había de pagar a los expedicionarios. Con gran detalle, anotaban los días servidos, y calculaban en base al sueldo mensual estipulado para cada uno el importe resultante que debían pagar, añadiendo en el caso de los supervivientes la suma que se recaudó por el clavo de olor que cada uno de ellos traía a título personal.

Llama la atención que en el caso de Andrés de San Martín hubiera una caja cargada de clavo a su nombre. Alguien que volvió en la nao Victoria se ocupó de llenar de clavo la caja de su amigo, y de entregarla en su nombre a la llegada a Sevilla. El importe que terminó percibiendo Cristóbal, hermano de Andrés de San Martín y su heredero, fue de nada menos que 88.587 maravedís, una suma que hoy rondaría los 100.000 €.
Merced del Emperador Carlos V a la hija de Andrés de San Martín
La valía y el aprecio de sus compañeros por San Martín fue transmitida al Emperador, sin ninguna duda a la vista de los hechos, y éste además hizo algo insólito: en el año 1530, ocho años después de terminar el viaje, ordenó por Real Cédula pagar como merced a su hija Juana 12.000 maravedís, como ayuda para su casamiento, que su tío Cristóbal quedaba obligado a conservar hasta que llegara ese momento, puesto que Juana era todavía una niña.
"Vos está mandado [a los oficiales de la Casa de Contratación] que de cualesquier maravedís que haya en esa Casa, o de los primeros que a ella vinieren, depositéis doce mil maravedís, que hicimos merced a Juana de San Martín, hija de Andrés de San Martín, piloto, que fue con Hernando de Magallanes al descubrimiento de la Especiería, para ayuda a su casamiento, por lo que sirvió el dicho su padre en el dicho viaje."
ES.41091.AGI/23.15.2019//INDIFERENTE,1952,L.1,F.87
Hernán Cortés al auxilio de Elcano y de la nao Trinidad






En 1526, cinco años después de la toma de Tenochtitlán, Hernán Cortés escribía desde Nueva España al Emperador Carlos V, para comunicarle que había construído cuatro naves en la costa del Pacífico, y que estaban dispuestas para iniciar un viaje de descubrimiento.
En ese momento, hacía un año que Elcano se dirigía de nuevo al Maluco, con el fin de comerciar y asentar allí una posición española permanente, en la llamada Expedición de Loaysa.
Además, con el mismo propósito también había zarpado ya una tercera expedición española, a cargo de Sebastián Caboto.
Por lo relatado por Elcano y los demás supervivientes de la nao Victoria, se sabía que en el Maluco había quedado la dotación de la nao capitana de la armada de Magallanes, quienes iban a intentar volver por el Pacífico. Sin embargo, habían pasado ya cuatro años y no se había vuelto a tener noticias de ellos... o quizá sí.
El Emperador Carlos V responde a la carta de Hernán Cortés el 20 de junio de 1526, pidiéndole dirigir sus naves al Maluco con un doble objetivo:
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Averiguar qué había sido de los tripulantes de la Trinidad de Magallanes, de quienes no parece saber nada todavía.
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Apoyar y traer noticias acerca del éxito de las expediciones de Loaysa y Caboto, que se dirigían hacia allí en ese momento.
Cortés nombra capitán de la expedición a su primo Álvaro de Saavedra, a quien deja escrita en mayo de 1527 la instrucción que deberá seguir en su viaje. En este documento observamos que conoce detalles nuevos sobre los de Magallanes y el Maluco que el Emperador no le había narrado en su carta de junio de 1526, haciendo referencia a una instrucción del Emperador que al parecer no ha perdurado.
"porque un capítulo de la instrucción que S.M. dice (...) que tiene noticia y es informado de que los portugueses tienen en una de las dichas islas de Maluco hecha una fortaleza."
Es más que probable que esta información la recibiera el Emperador gracias a la carta que en enero de 1525, dos años antes, le había escrito el capitán Gonzalo Gómez de Espinosa desde la prisión portuguesa de Cochín (India), tras ser capturado después de haber intentado volver con la nao Trinidad, capitana de la expedición de Magallanes:
"Señor, la torre del homenaje de la fortaleza de Maluco es de catorce pies en ancho de muro, que yo la medí con mis pies."
Mientras se aderezan las naves y se buscan tripulantes, Cortés tiene noticia de la llegada a las costas del Pacífico de Nueva España de un patache español, el Santiago, con el capitán Santiago de Guevara al mando.
El Santiago resulta ser una de las naves de Loaysa, que había quedado aislada en una tormenta en medio del Pacífico. Al ser pequeña, dependía de la capitana, de modo que no tenían comida suficiente para llegar al Maluco y se dirigieron a Nueva España a toda prisa para evitar morir de hambre.
Con el refuerzo de la mayoría de los tripulantes de la Santiago, que quisieron unirse a su armada, la expedición de Saavedra zarpó al fin del puerto de Zihuatanejo el 31 de octubre de 1527, con las naves Nuestra Señora de la Florida, Santiago y Espíritu Santo.
Cortés escribe cartas de amistad a los reyes de Cebú (Filipinas) y de Tidore (Molucas), que son dignas de ser leídas como muestra de la enorme personalidad de este gran líder. En la de Cebú se refiere a Magallanes de un modo curioso.
"A vos el honrado é buen Rey de la isla de Tidori, que es en las partes del Maluco, yo D. Hernando Cortés. Porque puede haber siete é ocho años que por mandado del Emperador, nuestro Señor, fue en esas partes un capitán suyo, cuyo nombre era Hernando de Magallanes..."
"...queriendo saber la manera é contratacion de esas partes envió a ellas un capitán suyo llamado Hernando de Magallanes con cinco naos, de las cuales por mal recaudo y proveimiento del dicho capitán, no volvieron en sus Reinos más de la una."
Saavedra consiguió llegar al Maluco, aunque con una sola nave, perdiéndose para siempre las otras dos.
A su llegada, encontró allí a la gente de la Expedición de Loaysa, muy mermada dado que solo había conseguido llegar la nao capitana. Libraban una guerra contra los portugueses, que se habían asentado en Ternate.
Elcano y Loaysa habían fallecido unos meses antes, en el Pacífico. Por su parte, Caboto decidió volver a España desde Río de la Plata.
Saavedra intentó la vuelta por dos veces, pero no lo consiguió.
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Carta de Hernán cortés a los individuos de la armada de Sebastián Caboto.
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Carta de Hernán Cortés a Sebastián Caboto
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Carta de Hernán Cortés para el rey de isla o tierra a la que Saavedra arribase.
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Relación del viaje de Saavedra, del libro de Fco. Granado, escribano de dicha armada.
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Relación sobre los sucesos de la armada de Saavedra presentada en 1534 por Vicente de Nápoles.
El legado de Elcano en el monasterio de la Santa Faz de Alicante
Aunque parezca raro, uno de los lugares en que más cerca de Juan Sebastián Elcano nos podemos sentir es en Alicante, en el Monasterio de la Santa Faz. Como vamos a ver, la historia que vincula a Elcano con este sitio es muy emocionante.
En realidad, no sabemos mucho sobre la vida de Elcano, pero consta que tuvo una nave de 200 toneles en propiedad, con la que sirvió "en África e Italia", y que uno de sus hermanos comerció con hierro en Mesina, de modo que su relación con Alicante deducimos que se originó en esta época previa a la expedición.
Una de las principales fuentes de información es su testamento, escrito a bordo de la nao Santa María de la Victoria, en mitad del Océano Pacífico, cuando ya se sentía morir.



Elcano dictó testamento el 26 de julio del año 1526, en mitad del Océano Pacífico, estando nuevamente embarcado hacia la Especiería tras su memorable viaje de la primera vuelta al mundo. En el testamento encontramos que deja 24 ducados al monasterio de la Santa Verónica de Alicante, donde quería haber venido de romería, "por no poder ir".
24 ducados era una suma muy fuerte. Es difícil saberlo pero el equivalente actual podría estar entre los 12.000 y los 15.000 euros. Sin duda había un fuerte vínculo para Elcano con este lugar.
El monasterio de la Santa Verónica, más conocido en nuestros días como de la Santa Faz, se terminó en el año 1518, justo un año antes de que Elcano zarpara en la épica expedición de Magallanes.
De modo que aquel hombre, sabiéndose cerca de morir en el Pacífico, quiso dejar una fuerte suma de dinero a aquel monasterio de Alicante al que sabía que ya nunca iría en romería, como hubiera querido. Y dispuso que alguien lo hiciera por él. Textualmente, esto es lo que dejó escrito:
"Item, mando por cuanto tengo prometido de ir en romería á la Santa Verónica de Alicante, é porque yo no puedo cumplir, que se haga un romero, é mando para el dicho romero seis ducados.
Allende de ello mando que le sean dados al dicho romero veinte é cuatro ducados para que los dé á la iglesia de la Santa Verónica, é traiga fé del prior é los mayordomos que recibieren los dichos veinte é cuatro ducados."
Fue milagroso que aquel testamento terminara pudiendo llegar a España, pero lo hizo, aunque sabemos que fue al menos 10 años después de haber sido escrito. Esta disposición de Elcano nadie la llevó a cabo y quedó olvidada. Hasta que la Armada quiso ocuparse del asunto.
Fue en el año 1944, cuando se hizo entrega de una suma de dinero, se colocaron estos azulejos en memoria de Elcano y se hizo un acto solemne que tuvo repercusión en toda España.
En el Monasterio podemos ver también una recreación belenística de aquel acto mediante el que la Armada cumplía con lo que pidió Elcano.
Por cierto, la tradición de la romería a la Santa Faz de Alicante sigue viva. No sólo eso sino que su afluencia es masiva, año tras año. Como siempre. La romería a la que Elcano quiso acudir.